El alcohol es una droga depresora del Sistema Nervioso Central que inhibe progresivamente las funciones cerebrales. Afecta a la capacidad de autocontrol, produciéndose inicialmente euforia y desinhibición, por lo que puede confundirse con un estimulante.
Alcohol
¿Qué efectos produce?
El principal componente de las bebidas alcohólicas es el etanol o alcohol etílico, que tienen diferente concentración dependiendo de su proceso de elaboración. Las bebidas alcohólicas puede ser:
– Fermentadas: vino, cerveza y sidra. Tienen una graduación entre los 4º y los 15º. Se producen por la fermentación de los azúcares de las frutas o de los cereales.
– Destiladas: son el resultado de la destilación de las bebidas fermentadas, con lo que tienen mayor concentración de alcohol.
La graduación de una bebida indica aproximadamente, el volumen de alcohol etílico que contiene. Así por ejemplo una botella de vino de 12º contiene un 12% de alcohol puro.
El alcohol ingerido en una bebida es absorbido en el aparato digestivo, desde donde pasa a la circulación sanguínea en la que puede permanecer hasta 18 horas. Es eliminado finalmente a través del hígado.
Pocos minutos después de haber bebido, pueden aparecer una serie de efectos, cuya manifestación varía según la cantidad ingerida y las características de cada persona. Por orden de aparición en el tiempo y en relación con la concentración de alcohol en el organismo, estos efectos serían los siguientes:
- Desinhibición.
- Euforia
- Relajación
- Aumento de la sociabilidad.
- Dificultad para hablar.
- Dificultad para asociar ideas.
- Descoordinación motora y finalmente intoxicación aguda.
De cualquier modo, existen circunstancias o características del consumidor que pueden acelerar o agravar los daños asociados a su consumo:
La edad: los jóvenes son más sensibles al impacto que tiene el alcohol en actividades relacionadas con las funciones de planificación, memoria y aprendizaje, y son más «resistentes» que los adultos a los efectos sedantes y a la descoordinación motora.
El peso y el sexo: el alcohol afecta de modo más grave a las personas con menor masa corporal. En general, la mujer pesa menos y el tamaño de sus órganos internos es proporcionalmente más pequeño. Por lo tanto, menores cantidades de alcohol pueden generar más rápidamente daños psico-orgánicos y desarrollar problemas con el alcohol más fácilmente que en el varón.
La cantidad y rapidez de la ingesta: una mayor ingesta de alcohol en menor tiempo provocará una mayor posibilidad de intoxicación y aparece mayor o menor riesgo de sufrir problemas de acuerdo a la cantidad de alcohol consumida.
La combinación con bebidas carbónicas (tónica, colas, etc.) acelera la intoxicación.
La combinación con otras sustancias, como los tranquilizantes, relajantes musculares y analgésicos, potencia los efectos sedantes del alcohol. Cuando se combina con cannabis se incrementan los efectos sedantes de ambas sustancias; en el caso de la cocaína, que es un estimulante, los efectos se contrarrestan, pero la toxicidad de ambas sustancias es mayor que si se consumieran por separado.
La ingestión simultánea de comida, especialmente de alimentos grasos, enlentece la intoxicación pero no evita ni reduce los daños al organismo.
¿Qué riesgos provoca?
El consumo de alcohol durante los fines de semana, sobre todo entre los jóvenes, se ha convertido en un problema de salud pública. Las investigaciones desarrolladas han demostrado que el consumo excesivo de alcohol puede provocar graves trastornos físicos, psicológicos y del comportamiento.
Los problemas derivados del consumo de alcohol pueden producirse tanto a corto como a largo plazo.
– A corto plazo (efectos agudos)
El abuso de alcohol conlleva los siguientes riesgos:
– Se puede llegar a la intoxicación etílica, que puede provocar un coma e incluso la muerte.
– Favorece conductas de riesgo, ya que el alcohol desinhibe y, además, provoca un falsa sensación de seguridad. Por ello, está relacionado con accidentes de tráfico y laborales o prácticas sexuales de riesgo que pueden llevar a contraer enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados.
- A largo plazo (efectos crónicos)
El consumo excesivo de alcohol puede provocar importantes problemas de salud, conflictos familiares y sociales. Estos efectos pueden presentarse incluso en el caso de personas que no hayan desarrollado una dependencia y, por tanto, no sean consideradas alcohólicas. Destacan los siguientes:
Hipertensión arterial, Gastritis, Úlcera gastroudodenal, Cirrosis Hepática, Cardiopatías, Encefalopatías, Cáncer, Alteraciones del sueño, Agresividad, Depresión, Disfunciones sexuales, Deterioro cognitivo, Demencia, Psicosis.
Mitos y realidades
Mito: Beber alcohol sólo los fines de semana no produce danos en el organismo.
Realidad: El daño que provoca el alcohol depende del llamado “patrón de consumo”, es decir, de la cantidad (mayor cantidad, mayor daño) y de la intensidad (la misma cantidad concentrada en menos tiempo es mas dañina). También existe el riesgo de convertirse en un hábito, hasta el punto de no divertirse sin beber.
Mito: El consumo de alcohol ayuda a salir de las horas bajas, a superar el cansancio y a estar más animado y en forma.
Realidad: El consumo abusivo de alcohol hace perder el control sobre las emociones y sentimientos. Tras una breve sensación de bienestar, si está triste o de deprimido, esta situación se agudiza. Asimismo, se produce una mayor fatiga física y más sueño; también se pierde fuerza y coordinación.
Mito: El alcohol es bueno para el corazón.
Realidad: Diversos estudios han puesto de manifiesto que en adultos, el consumo moderado de alcohol disminuye el riesgo de padecer enfermedades de corazón, pero estos efectos beneficiosos no aparecen ni en todas las personas ni en todos los casos.
